El parto. Fases del parto.



El parto es el desenlace de la historia de un óvulo y un espermatozoide. Los protagonistas son: una nueva mamá, una nueva vida y un nuevo papá. El nacimiento de un bebé genera nuevas ilusiones y esperanzas.

El parto es el proceso de la expulsión del niño fuera del cuerpo de la madre.

Cuando el parto se realiza con las fuerzas naturales, sin peligro para el niño ni para la madre, el parto se llama normal o parto eutócico.

Cuando la expulsión tropieza con obstáculo, con peligros para la madre o para el niño o para ambos, el parto se llama normal o parto distócico.

Cuando la expulsión se produce antes del séptimo mes de gestación se llama aborto.
Cuando la expulsión se efectúa en los meses 7 y 8 se denomina parto prematuro.

Cuando la expulsión se produce después del final del noveno menos, recibe el nombre de parto tardío.


Desencadenamiento del parto

No se conoce con las razones exactas que influyen para que, aproximadamente al final del noveno mes de gestación, se desencadenen las contracciones en el útero, se ponga en marcha el mecanismo del parto y se produzca la expulsión del niño. No se sabe, pues, con antelación en qué día exacto nacerá éste.

Entre los factores que desencadenen el parto, es conocido que entran en juego diversas influencias de carácter normal hormonal  que podrían llamarse factores de tipos químicos, que actúan en combinación con otros factores de tipo mecánico.

Los factores químicos intervienen porque, alrededor del séptimo mes de gestación, la placenta disminuye la producción de progesterona y gonadotropina coriónica, al propio tiempo que aumenta la producción de estrógenos elaborados por los ovarios.






Los estrógenos dan sensibilidad a las paredes del útero, haciéndole susceptibles a las contracciones. Al reducirse la dosis de progesterona que evita las contracciones, los estrógenos cobran crecientemente toda su energía.

A esto se suma el gradual aumento de las dimensiones del niño en los últimos meses, que produce una gran dilatación del útero.

Poco a poco, la cabeza del niño se desplaza por el cuello del útero. Al avanzar, la cabeza del niño tropieza con ciertos ganglios nerviosos situado en el cuello del útero, los empuja. Este roce directo sirve, al parecer, para estimular y poner en acción los factores de tipo mecánico.

Para nacer, el niño debe atravesar un canal muy estrecho que se dilata en proporción de la cabeza.




La madre lo ayuda a nacer. Además los músculos del útero realizan contracciones que presionan la cabeza del niño contra los obstáculos naturales hasta conseguir dilatar la salida, en el cuello del útero. Aproximadamente, hacen una presión de 25 kilogramos en la cabeza del niño.

Durante este proceso el niño concluye pasando por una puerta que, al abrirse de todo, mide apenas un diámetro de 10 centímetros ( que suele ser también el diámetro de la cabeza del niño).

Todo el proceso es doloroso para la madre. Pero si durante el embarazo la futura madre ha comprendido a cooperar adecuadamente para el parto ( perdiendo temores, manteniéndose tranquila, sabiendo relajarse, conservando el ritmo en la respiración, coordinando sus fuerzas físicas y espirituales.) entonces disminuye extraordinariamente el proceso doloroso.

Mediante ejercicios especiales que puede aprender la madre, se logra el llamado parto sin dolor.

Fases del parto

Durante el parto se distingue 3 fases:

  1. Trabajo de parto.
  2. Parto, o expulsión del feto.
  3. Alumbramiento o expulsión de la placenta.

Primera fase: Empieza con la aparición de las primeras contracciones y concluye con la dilatación completa del cuello del útero.

Las contracciones se producen en los músculos de las paredes del útero. Se presentan intermitentemente. Se manifiestan con independencia de la voluntad de la madre.

Al comienzo: Las contracciones llegan con intervalos de 20 minutos. Duran medio minuto cada una, aproximadamente.

Después: Aumentan en frecuencia y duración; 5 minutos de intervalo y un minuto de duración.

Finalmente: Durante la expulsión del niño, el intervalo es de 2 a 3 minutos y cada una puede durar un minuto medio.

Hay 2 motivos fundamentales para que las contracciones se produzcan separadas por intervalos

a) Las fibras musculares de las paredes del útero se cruzan entre si formando mallas, entre las cuales los vasos sanguíneos que nutren de sangre a la placenta. Cada contracción aprieta las mallas musculares y comprime los vasos que pasan entre ellas; en consecuencia, disminuye el paso de sangre que llega a la placenta. Al disminuir la sangre, disminuye la dosis de oxígeno que recibe el niño para vivir.

Como puede resistir muy poco tiempo la falta de oxígeno, es imprescindible que las contracciones sean periódicas y frecuentes: una etapa de contracción y rápidamente un período de relajación, con lo que vuelve a la normalidad el envío de sangre y oxígeno.

b) Durante el parto, las fibras musculares del útero se comportan de manera especial: cada vez producen una contracción, las fibras de las paredes se acortan, quedan un poco más cortas y gruesas que antes.

Tras sucesivas contracciones, el útero se achica; se hace más pequeño y se recoge hacia la base.

Al disminuir el volumen del útero, las paredes se aproximan entre si, presionan y empujan al niño hacia la salida del útero: cuello muy estrecho que se ha dilatar para que el bebé lo atraviese.

Durante el proceso de la expulsión, la cabeza del niño va habitualmente por delante, abriendo el camino al resto del cuerpo. Debe superar sucesivos obstáculos hasta el momento de nacer.

Para salvar los obstáculos, la cabeza tiene que efectuar diversos movimientos de rotación, algunos son de 45°.

Mediante dichos giros, busca las posiciones más propicias para avanzar y salir. Así aprovecha todos los mínimos espacios de paso que le ofrece el estrecho recorrido hacia la salida.

Para que la cabeza del niño no sufra deformaciones hay en el cráneo unas zonas membranosas y blandas llamadas fontanelas, situadas en los puntos de unión de los huesos. Las fontanelas permiten que el cráneo se estire y se comprima, sin que produzcan lesiones.

Trabajo de parto: Ya sabemos que la contracciones de las paredes del útero hacen que el cuerpo de éste se acorte o se achique, poco a poco.

Las contracciones también alcanzan el cuello del útero. Pero en las paredes del cuello las contracciones producen efectos contrarios que en el cuerpo. El fenómeno es inverso.

Con las contracciones, las fibras musculares del cuello en vez de acortarse se estiran. Al final de cada contracción son un poco más largas y un poco más delgadas que al principio.

Debido a estos dos efectos distintos de las contracciones, uno de acortamiento y otro de dilatación, el cuerpo del útero desciende hacia el cuello, mientras que el cuello se estira.

Tras sucesivas contracciones, el cuello se estira y adelgaza tanto que su pared se convierte en una lámina delgadísima y, prácticamente, el cuello se borra al perder su espesor.

La dilatación del cuello, en el momento que alcanza a ser completa, se ensancha enormemente el paso de salida. La salida tiene un diámetro de sólo algunos milímetros en estado normal. Cuando la dilatación es completa, el diámetro es de 10 centímetros, que es también el diámetro aproximado de la cabeza del niño.

El alumbramiento: Es la última fase del parto, en la que se realiza la expulsión de la placenta. Concluido el nacimiento del niño, las contracciones del útero se detienen durante 2 o 3 minutos; después se reanudan, pero ya sin que sean apenas advertidas.

Estas contracciones son las causas de que se desprendan la placenta. Al reducirse el tamaño del útero, sus paredes presionan placenta y hacen una gran fuerza de tracción sobre ésta.

Las contracciones aumentan las fuerzas de tracción, y comienzan a desgarrarse la base en que está implantada la placenta, hasta que desprende.

Este proceso dura alrededor de un cuarto de hora; su fase final, la madre empuja con contracciones voluntarias, y se produce la expulsión.

El útero queda completamente vacío, sus músculos se retraen, y paulatinamente su volumen disminuye hasta alcanzar sus dimensiones normales.

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